El arquero Zen

Uno de los factores esenciales en la práctica del tiro de arco y de las otras artes que se cultivan en el Japón (y probablemente también en otros países del lejano Oriente), es el hecho de que no entrañan ninguna utilidad. Tampoco están destinadas a brindar goce estético, sino que significan ejercitación de la conciencia que ha de relacionarse con la realidad última. Así pues, el tiro de arco no se realiza tan sólo para acertar el blanco; la espada no se empuña para derrotar al adversario; el danzarín no baila únicamente con el fin de ejecutar movimientos rítmicos. Ante todo, se trata de armonizar lo consciente con lo inconsciente. Daiseut Suzuki en “El Zen en el Arte del Tiro con Arco”.

Si le planteáramos a un arquero profesional la posibilidad de dar en el centro con un arco de diseño irregular, debiendo sostenerlo de una manera insufriblemente incómoda y sin mirar directamente al blanco, es casi seguro que recibiríamos de respuesta una mirada de incredulidad y hasta de cierta compasión hacia nuestra persona. Sin embargo, semejante hazaña es algo perfectamente posible, e incluso habitual en el estilo de tiro con arco que cultivan los practicantes del budismo Zen, consiguiendo no sólo clavar la flecha en el centro del blanco, sino en ocasiones hacer saltar en varios pedazos otra flecha ya clavada en el mismo lugar.


La técnica empleada por los budistas Zen no tiene nada que ver con el tiro con arco entendido como deporte. Un arco Zen ni siquiera tiene el diseño de un arco convencional: mide aproximadamente 1 metro con 80 centímetros, y está constituido por tiras de bambú encoladas. Pero el detalle más importante se encuentra en la empuñadura, que no está situada en el medio de la varilla, sino en su tercio inferior. ¿Cómo se puede tomar puntería con un arco así?, la respuesta es bien simple: no se puede. Con un arco Zen no se apunta, como lo demuestra el hecho de que no tiene punto de mira.
Son necesarios al menos 3 años para que un discípulo aprenda a manejar el arco correctamente, es decir, sin aplicar fuerza alguna, y 3 más para efectuar un lanzamiento correcto, lo que resulta muy entendible si consideramos no ya la complicación de no poder utilizar la vista para apuntar, sino la técnica elemental del disparo. Sin embargo, el aprendizaje de dichos detalles no significa que se haya logrado dominar el tiro con arco, ni mucho menos. Entonces ¿cómo se acierta en el blanco sin apuntar?. Para contestar esta pregunta es necesario conocer un poco de la historia del arco y sobre la disciplina del Zen.

El arco y la flecha han sido siempre las armas clásicas de Asia; han estado presentes en manos de faraones egipcios, reyes persas, príncipes y emperadores de la India, China y, por supuesto, Japón. Esta importancia del arco y las flechas, así como el tratamiento de las armas como objeto de culto, son 2 hechos que explican esta devoción de discípulos y maestros Zen por el tiro con arco.

El arco en el budismo Zen es respetado hasta el punto de que cada arquero utiliza siempre el mismo durante toda su vida; jamás disparará con el arma de otro ni permitirá que nadie utilice el suyo. Esta actitud tiene su origen en la creencia de que la relación desarrollada entre un objeto y su poseedor al utilizarlo durante toda su vida, crea un tipo de dependencia mutua. De esta forma, cuando muere un arquero nadie más utiliza su arco, pues se cree que en él está el espíritu del maestro.

Pero este acoplamiento, y entendimiento, del arquero con su arma no está encaminado a aprender a dar en el blanco sin apuntar; según los maestros del Zen, eso es simplemente una pérdida de tiempo. Tampoco se busca alcanzar un particular control de ciertos músculos, pues eso es sólo una cuestión de técnica que puede aprenderse en la primera hora de clase. El objetivo del aprendizaje es superar el propio cuerpo, para que el espíritu ya no tenga que pensar en él y sea libre. Es decir: para dar en el blanco es preciso no pensar ni siquiera en él.
Cuando se alcanza el verdadero estado del Zen se llega a una fusión del ser humano con lo que debe hacer, no con lo que quiere hacer. El arquero debe unificarse con el arco, con la flecha y con el blanco. Cuando estas 4 cosas se hacen una sola, la flecha sale disparada por sí misma y llega al blanco siguiendo una línea invisible que los mantiene unidos.
De todos modos, un discípulo del Zen dedica su vida a la religión y al desarrollo de su espíritu, no al tiro con arco. Esa habilidad de acertar con una flecha en el blanco sin apuntar es una manifestación de que su espíritu se ha desarrollado de acuerdo con las reglas del Zen.

Cuenta una leyenda que el arquero chino Chi Ch’ang, al no tener ya ningún maestro conocido que le enseñara algo nuevo, se retiró durante 9 años a las montañas con un viejo ermitaño que era la única persona capaz de enseñarle algo más y convertirlo en un auténtico maestro del tiro con arco. Cuando regresó a la civilización todos quedaron convencidos de que era el más grande de todos los arqueros; nunca volvió a empuñar un arco, pero eso sólo contribuyó a engrandecer su reputación. Jamás tuvo necesidad de realizar ningún disparo prodigioso para demostrar su maestría.

Este relato da una idea de la filosofía de los arqueros Zen. El tiro con arco se practica en el budismo para demostrar que se ha alcanzado el grado de conciencia que denominan satori, que es una condición anímica en la que equilibran la subconciencia y la conciencia intelectual. Condición para lograr el satori es desarrollar una técnica especial de respiración, y llegar a un entero abandono de la sensación del Yo. Cuando estos objetivos han sido alcanzados, es posible disparar la flecha y lograr que se clave en el blanco sin necesidad de apuntar.

Sí, acertar en el blanco es sólo una prueba. Y no deja de ser sorprendente y maravilloso que en la filosofía Zen, una vez alcanzada la plenitud del espíritu, acertar con una flecha en un blanco sin necesidad de apuntar sea algo que para estos hombres no tenga ni la menor importancia.

Adieu!.

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