El color amarillo y la mala suerte

En el ámbito teatral existen varias creencias acerca de lo que trae buena suerte y de la otra…la tan temible, espantosa y escalofriante “mufa”. De esta forma en el mundo del espectáculo no se puede tejer en camarines (la desgracia recaerá sobre todo el elenco), pronunciar la palabra “víbora” (los actores deberán utilizar sinónimos como “la que se arrastra”, “reptil”, “suegra venenosa”, entre otras), usar ropa a lunares (desastre absoluto), mencionar la palabra “suerte” (sino mierda o merda), tener claveles (van derechito al tacho hasta los obsequiados por los admiradores más devotos), y, desde ya, usar ropa de color amarillo…(¡Vade retro Satán!).

La tradición cristiana asoció el “amarelo” con el color azufre de los infiernos y le dio una significación peyorativa convirtiéndolo en la imagen del orgullo, de la falsedad, la traición y, claro está, del adulterio. En la Edad Media, los herejes, blasfemos y apestados vestían de amarillo y las ciudades donde se había declarado una epidemia estaban obligadas a señalarlo con una bandera amarilla (sin embargo, entre los primeros cristianos el amarillo oro representaba la vida eterna, la fe y el amor divino, y durante la Edad Media se solía representar a San Pedro con una túnica de color dorado).

A principios del siglo XIII, el Papa Inocencio III estableció los colores de la liturgia y excluyó el amarillo, por lo que es el único que está ausente de los rituales católicos.

Con repecto al teatro, donde el color está proscrito por considerarlo particularmente maléfico, la superstición tiene su origen en el color de la ropa que Jean- Baptiste Poquelin, más conocido como Molière, llevaba el día de su muerte.

El 17 de febrero de 1673, siete días después del estreno de “El enfermo imaginario”, obra en la que él mismo representaba el papel principal vestido con un traje amarillo, Molière sufrió un ataque de tos y convulsiones que a duras penas le permitió seguir la representación. Acabada ésta, el dramaturgo y actor galo fue llevado con urgencia a su casa, donde murió sin que su esposa lograra encontrar un médico y un sacerdote que le diese la extremaunción.

En fin, pálido u ocre, patito o limón, el “yellow”, al parecer, da mala suerte. Sólo a un actor suicida y masoquista se le ocurriría salir a escena vestido de radiante amarellus...


Adieu!!

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