El nombre de los huracanes

La práctica de identificar a los huracanes por medio de nombres propios de personas la inició, en 1900, el australiano Clement Wragge, que los bautizaba con el nombre de políticos que le desagradaban.
En 1953, los miembros de la cuarta región meteorológica (Canadá, EEUU, México y países del Caribe) abandonaron, por confuso, el plan de nombrar las tormentas siguiendo siempre el orden marcado por el alfabeto (Anna, Bill, Cindy, Danielle, Erin, Fred, Grace, etc) cuando se introdujo un nuevo alfabeto internacional que los llamaría únicamente con nombre de mujer (un ejemplo temprano del uso de nombre de mujer para una tormenta fue el de la novela "Tormenta" de George R . Stewart, que luego Walt Disney llevó al cine. Durante la segunda guerra mundial esta práctica se hizo común, especialmente por los meteorólogos de la Fuerza Aérea y de la Armada de los Estados Unidos de América, quienes tenían que seguir los movimientos por el gran espacio del Océano Pacífico).

Siguiendo un criterio claramente discriminatorio, los encargados de poner nombre a los huracanes decidieron que éstos llevaran nombres femeninos por ser de carácter imprevisible y violento. Pero más tarde, en 1978, las presiones de las organizaciones feministas consiguieron que los nombres fueran femeninos o masculinos indistintamente.

La experiencia ha demostrado que el uso de nombres de hombres y mujeres en la comunicación escrita y hablada es más corto, más rápido y causa menos errores que cualquier otra identificación de huracanes usada hasta la fecha.


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