Las islas niponas han sufrido únicamente 2 intentos de invasión importantes. El más reciente fue la ofensiva norteamericana en el marco de la Segunda Guerra Mundial. La otra tentativa fue acometida por el Imperio Mongol a finales del s. XIII (y es aquí donde nos detenemos para conocer el origen de la palabra en cuestión).
En el año 1271 Kublai Khan es nombrado Emperador de China; se convierte así en el dueño y señor de un territorio que sobrepasa los 36 millones de kilómetros cuadrados (la mayor parte del actual continente asiático). Sin embargo, el nuevo emperador tenía ansías de más. Poco tiempo después de su nombramiento mandó emisarios a las islas japonesas con un mensaje tajante: en él se sugería a Japón que se integrara voluntariamente en la órbita del Imperio Mongol, pues de lo contrario se encargarían de integrarlo por la fuerza. Las 2 negativas de los soberanos japoneses fueron suficientes para que Kublai Khan enviara una gigantesca flota invasora de 40.000 hombres a las islas.
El fin del gran Imperio nipón parecía próximo. Después de 53 días de resistencia desesperada, los japoneses optaron por rendirse. En todo el país se elevaron plegarias por la salvación del imperio y, milagrosamente, los rezos parecieron ser atendidos por los dioses: un colosal tifón destruyó la mayor parte de la flota mongola, que tuvo que retirarse definitivamente.
Este tifón que salvó a Japón de la colonización extranjera fue bautizado con el nombre de Kamikaze, que significa “el viento de los dioses”. El recuerdo de la derrota infligida a Kublai-Khan (1260-1294), que aparece representado en un grabado japonés del siglo XVI, inspiró, siglos más tarde, a las temerarias acciones de los pilotos de los aviones Zeros.